Què és l'escola de pares?
És
un espai per compartir, per intercanviar i per créixer personalment, dedicat a
les famílies perquè puguin compartir els seus neguits, dubtes, pors, interessos
i coneixements amb altres pares i mares. És un espai pels pares, un regal per a
ells, on cada mes poden compartir tot allò que els inquieta o els interessa.
Aquesta ESCOLA DE PARES la planifica i dinamitza la psicopedagoga del centre. Durarà tot el curs, amb una freqüència regular d'una vegada al mes.
En aquesta primera sessió hi han participat
quatre famílies. Famílies que no es coneixien entre sí, que no s'havien vist
mai, ni sabien res les unes de les altres. Totes elles compartien una
cosa: un fill (l'Izan, el Ferran, l'Adrià, l'Arnau) que assisteix
regularment al centre psicològic i psicopedagògic SINAPSIS. En aquesta ocasió
eren pares de nens diagnosticats de TDAH i de nens amb dificultats de
llenguatge i parla, entre altres problemàtiques. Tots ells, cadascú amb una
edat diferent (hi havia nens de P-5 , de 2on d'ESO i de 1er d'Educació
Primària), presenten dificultats a nivell d'aprenentatges.
La psicopedagoga ha començat explicant què és
"l'Escola de pares" i què pretén ser. Ha donat peu per començar a fer
les presentacions i conèixer-nos tots. A partir de les presentacions ja han
començat les primeres converses sobre els fills i les dificultats que
presentaven, els avantatges i inconvenients de la medicació, els dubtes que
tenen aquests pares, les problemàtiques que sorgeixen en el centre escolar, en
les activitats extraescolars que fan, la por al futur, la por a les dificultats
en el procés d'adquisició de la lectura i l'escriptura, la por al pas de la
primària a la secundària... Cadascú ha anat parlant quan ha volgut, sense pressions,
a partir del que pensava o del que sentia.
La psicopedagoga ha deixat parlar als pares i ha
anat dinamitzant les converses, a vegades amb algun comentari, altres vegades
fent una pregunta o proposant alguna activitat com:
"El elefante encadenado" de
Jorge Bucay.
“Cuando yo era pequeño me encantaban los
circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba
especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el
animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía
gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su
actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre
permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que
aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado
unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me
parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,
podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido
ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y
la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se
habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida
desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la
estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y
sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque
aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:
No puedo y nunca podré”.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:
No puedo y nunca podré”.
Aquest conte, de superació d’un mateix, ens
ajuda a aprendre que no podem llençar mai la tovallola, que hem de mirar sempre
endavant i avançar. No podem resignar-nos. Tots tenim les nostres limitacions
però ens hem de creure que podem. No podem desconfiar de nosaltres mateixos.
Hem de valorar-nos i valorar les nostres capacitats. És un deure que tenim. No
hem de ser com l'elefant, ho hem d’intentar, hem de buscar nous camins, altres
maneres. Encara que caiguem, ens podem tornar a aixecar i sempre serà possible.
No hem de deixar d’intentar-ho!
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada